¿Y ahora, quien podrá sostenernos? | El Nuevo Siglo
Lunes, 10 de Julio de 2023

Parodiando la frase del Chapulín Colorado, esta podría ser la manifestación de auxilio de los fabricantes de la prenda de vestir femenina para ceñir el pecho: el sostén, como escuché de niño, por primera vez. Con el tiempo, aquellas superficies cóncavas o convexas, según se les mire o se les palpe, las identifiqué como brasier y algunos viajes me revelaron otros nombres como “sutiã”, “bra” o sujetador. Van a quebrar podría pensar cualquiera, pues la moda “braless” (sin brasier) que se ha impuesto de nuevo, amenaza con arruinar ese sector del negocio.

Pues creo que no. Si no lo hizo en los años sesenta -cuando estrellas como Janis Joplin o Jane Birkin entre otras, decidieron no usar ese trozo de tela constrictor y sedujeron a millones de chicas a hacer lo mismo- menos ahora, en que el universo diverso más que nunca hace con la ropa lo que se le da la gana. Que se lo ponga la que quiera y que no, la que no. Imponer llevarlo puede ser tan reprochable como decretar su nulidad.

Claro que no van a quebrar. Algo se inventarán o pensarán que siempre habrá mujeres que lo usen, por costumbre, porque las mamás se los compran a sus hijas, o porque sí. Tantas razones como pechos. Más de un siglo lleva el invento (que fue una evolución del corsé) y muchas lo siguen llevando sin problema, como otras lo han relegado como reivindicación. Sostenes para ocultar, brasieres para mostrar, sujetadores para insinuar. Y camisetas, blusas o jerséis para lo mismo. Los hubo y los habrá de múltiples sabores. Los hay “strapless”, con aros, sin aros, de copa…

Marilyn, Sofía o Elizabeth usaron los de tipo torpedo, puntiagudos como para sacar ojos; las famosas actuales (demasiadas) optan por los de encaje, primorosos, o por trucos con cintas o eligen los “push-up”, embusteros. Un sinfín para la pluralidad de senos que puede tener el ser humano del ala “femĭna”. Cito: asimétricos, atléticos, de campana, de este y oeste, relajados, redondos, laterales, delgados o de lágrima.

¿Cómo van a fracasar las diseñadoras, diseñadores y diseñadoros con tanta abundancia de variantes y tamaños? La moda no incomoda, ¿O sí? Ante todo, libertad, como la que tienen las que han elegido no ponerse calzones, bombachas, bragas, cucos. O la que tienen los hombres con problemas de pechos grandes que utilizan sostenes especiales, o los de los deportistas que miden todo lo medible; o los que usan las personas en proceso de transición de género.

En todo caso, las chicas que se decanten por no usar el atavío en cuestión, (no se me enfaden) sabrán que al género “masculīnus” le va de perlas, bueno, no siempre porque los cánones estéticos también nos encorsetaron. ¿Quién va a negar que siempre existirá entre los sexos, ese imán que gobierna la relación entre ojos y ciertas geografías del cuerpo humano? Y tampoco se irriten si algún día a algunos chicos y señores les da por ir sin calzoncillos, pantaloncillos, interiores o gayumbos, y se les note lo que deba notárseles, estén sus miembros de la academia dormidos, semi-despiertos o espabilados por completo.

Por supuesto, también hay un gran surtido en formas y dimensiones, y nadie podrá quitarles el derecho de hacer con su cuerpo y con sus pintas lo que se les antoje. Y estarán en el suyo quienes opten por seguir calzándolos, porque no les apetece o porque no dan la talla. Y si no la dieran, pero se atrevieran, siempre podrán complementar dicha prenda con unas antenitas, como las del tal superhéroe. Para despistar, para despistar.

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